​ LAS “SIN SOMBRERO”- UNA PUERTA SIN SOL, PALABRAS PIEDRA, Y LOS SOMBREROS AUSENTES


LAS “SIN SOMBRERO”- UNA PUERTA SIN SOL, PALABRAS PIEDRA, Y LOS SOMBREROS AUSENTES:


La primera vez que oí hablar de ellas me encontraba en la cocina saboreando platos y cultura de la mano de Jordi Hurtado en su “Saber y ganar”. Recuerdo que cuando pronunció el nombre de las “Sin sombrero” una sonrisa iluminó mis labios. Dejé la cuchara en el plato y corrí hacia el ordenador en busca de información sobre ellas.


Integrantes de la Generación del 27, ¿por qué siempre di por hecho que sólo la formaban hombres?Quizás porque cuando estudiaba nunca me hablaron de Maruja Mallo, Concha Méndez, Margarita Manso, María Zambrano, Ernestina Champourcín, Rosa Chacel, Josefina de la Torre, Margarita Gil Roësset entre otras .


 Lo cierto es que, sí tengo un vago recuerdo de Maite León a la que me presentaron como la mujer de Rafael Albertí, pero de la que nunca me contaron su trayectoria artística ni profesional.


El caso es que la novedad provoca en mí una emoción incontrolable, por lo que aquella misma tarde empecé a investigar sobre ellas.

Tania Balló me lo puso fácil, su documental me abrió, una a una, las puertas del laberinto artístico en el que me sumergí al conocerlas y, posteriormente sus libros hicieron el resto.


Decididas, tímidas o valientes, todas ellas tenían en común una discreción tan aplastante que las cubría de un velo invisible. Grueso, fino, translúcido u opaco, dependiendo del caso, que el paso del tiempo había guardado junto a sus ajuares en el fondo de un baúl en el sótano.


Ser mujer nunca fue fácil y menos aún a inicios del S.XX en el que el único oficio reservado para ellas era el de ser esposas, madres, hermanas o hijas, pero jamás artistas.


Sonreían los colores por las aceras y la tecnología se abría paso entre fusiles y canciones.


Avanzar, transgredir, opinar, transformar y eliminar barreras era la melodía que acunaba los corazones de los integrantes de la “Generación del 27”. Una generación que avanzaba entre estatus sociales, rígidos corsés, ideologías prehistóricas y un hambre feroz no solo de conocimientos. Una sociedad que cubría a las mujeres con sombreros de mil formas, texturas y tamaños oprimiendo sus mentes, pensamientos y voz.


Los gritos de libertad se servían en sus cafés mezclados con terrones de azúcar, panfletos reivindicativos, esbozos y carteles. Encuentros clandestinos algunos, otros a plena luz, en los que, aunque las sin sombrero siempre compartieron con sus colegas de la Generación del 27, el gremio se encargó de continuar negándolas públicamente relegándolas así a un segundo plano.


Difícil tarea acallar a un mundo en plena transformación abanderado por unas mujeres dispuestas a dejar tatuados sus pasos en cada rincón.


Ellas, pensadoras y artistas decidieron poner punto final a la represión mental y emocional a la que el yugo social las tenía encadenadas.


 Ataviadas con sus mejores ideas, bañadas de democracia, con esbozos comunistas e ideas progresistas decidieron desprenderse de sus sombreros y acompañadas de Lorca y Dalí fueron a hacer saludos al sol en la puerta más conocida de Madrid.


Pero la sociedad que no conocía de respeto, ni tenía por costumbre escuchar una reivindicación en voz femenina, confundió libertad con libertinaje, progreso con descaro, transformación con amenaza y arte con osadía. Cargo sus propios misiles, enormes pedruscos llenos de ignorancia, miedos y represión que sin necesidad de escopetas cayeron duramente sobre sus cuerpos, sueños y cabezas.


Pero como buenas gladiadoras del progreso, nada les impidió que se irguieran para seguir creando con más arrojo y pasión.


Ellas, acostumbradas a bailar con huracanes y, franquear tempestades, levantaron sus rostros en busca de su propia estrella, aquella que no acepta a cobardes ni da micrófonos a la represión.

 

Filósofas, pensadoras, transgresoras, pacifistas, amantes o esposas encontraron las coordenadas, a través de su obra, que dibujó el camino hacia su reconocimiento como artistas.


Sin saberlo, las Sin sombrero, con sus vidas y sus obras, se han convertido en el cuaderno de bitácora que sigue inspirando los pasos de las nuevas generaciones  de artistas, que avanzan con voz propia, en un mundo en el que cada uno decide si quiere vestir con sombrero o no.



                                                                                            Meritxell



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